Friday, November 24, 2006

Televisión

Historia de la TV


.La prehistoria de la televisión abarca un amplio período que se extiende, aproximadamente, desde finales del siglo XIX hasta 1935. En principio surgirán dos modelos: la televisión mecánica defendida por John Baird y la televisión electrónica creada por el investigador ruso-norteamericano Vladimir Zworikyn.Aunque la televisión mecánica de Baird empezó a sus emisiones un poco antes que la televisión electrónica de Zworikyn, lo cierto es que la superioridad técnica de esta última se impuso.En este bloque podrás conocer cómo fueron estos comienzos y cómo pasó de ser un invento de laboratorio a convertirse en un medio al alcance del público. Interrumpido por la I Guerra Mundial, su desarrollo se retomó al acabar la contienda permitiéndole ocupar su puesto entre los medios de comunicación más extendidos como la prensa o la radio.Cumplida la etapa de nacimiento y consolidación, llegará la época del color y, tras ella, la internacionalización del medio y de sus contenidos. Esta vocación internacional impulsó el lanzamiento de los primeros satélites de comunicación y de otras tecnologías como la distribución de señal televisiva por cable.Por otro lado la televisión se extiende a continentes como Iberoamérica y, en otro sentido, se crea una necesidad aparentemente opuesta que es la de contar con contenidos de carácter local. Con la televisión local se completa la presencia de la televisión en todos los ámbitos de socialización del individuo, desde lo global hasta lo local


El Funcionamiento de la TV



Las televisión por cable surge por la necesidad de llevar señales de televisión y radio, de índole diversa, hasta el domicilio de los abonados, sin necesidad de que estos deban disponer de diferentes equipos receptores, reproductores y sobre todo de antenas.
El Día Mundial de la Televisión se celebra el
21 de noviembre en conmemoración de la fecha en que se celebró en 1996 el primer Foro Mundial de Televisión en las Naciones Unidas.

Televisión digital

Estudio de TV.
Artículo principal:
Televisión digital
La televisión digital se define por la tecnología que utiliza para transmitir su señal. En contraste con la televisión tradicional, que envía sus ondas de manera analógica, la televisión digital codifica su señales de forma binaria, habilitando así la posibilidad de crear vías de retorno entre consumidor y productor de contenidos, abriendo así la posibilidad de crear aplicaciones interactivas. En España se ha fijado el 2010 como el año del
apagón analógico. A partir del 3 de abril de ese año las operadoras de televisión no transmitirán en analógico.
Véase también:
Televisión Digital Terrestre

Tipos de Televisores

Televisor blanco y negro: la pantalla sólo muestra imágenes en blanco y negro.
Televisor a color: la pantalla es apta para mostrar imágenes a color.
Televisor pantalla
LCD: plano, con pantalla de cristal líquido (o LCD)
Televisor
pantalla de plasma: plano, usualmente se usa esta tecnología para formatos de mayor tamaño.
Televisor de Alta Definición o
HDTV


Galeria










































Friday, November 17, 2006

La Radio










La Historia de la Radio












Aun cuando la radiotelefonía moderna nace solo en 1907, año en que el norteamericano Lee de Forest inventa el "audión", la historia de esta forma de comunicación se remonta, para los investigadores, a fines del siglo XIX y principios del siglo XX, cuando Guillermo Marconi aporta la telegrafía sin hilos.
Concebida como fórmula de transmisión y recepción de voces, música y sonidos mediante ondas electromagnéticas, la RADIO surge como el punto culminante en la carrera de triunfos ejecutada por el ser humano a través de miles de años de historia, para resolver un problema surgido junto con la cohabitación del planeta por las primeras comunidades: la necesidad de intercomunicación a distancia entre los seres.
Esta larga carrera tiene sus primeros pasos insertados en la alborada de los siglos. Los chinos se anunciaron por un sistema de "telégrafo óptico" los avances de los tártaros. En 1190 antes de Cristo, Agamenón anunciaba por un sistema similar la caída de Troya. Unos trescientos años antes de Cristo también, los griegos se comunicaban entre los puestos militares las decisiones estratégicas y los resultados de las batallas mediante señales que correspondían a cada una de las letras de su alfabeto. Las señales de fuego o las señales de humo fueron socorridos sistemas de los primeros pueblos.
Las fórmulas y sistemas se multiplicaron por centenares en la historia de la humanidad, pero, buscando una antesala más inmediata, el despertar de las ciencias de telecomunicaciones se sitúa en pleno siglo XVIII, cuando, Obsesionado por las posibilidades de un descubrimiento fabuloso –la electricidad-, el hombre busca en ese campo una solución para el problema milenario.
Como precursor de precursores, el primer hombre que surge en materia de historia de las telecomunicaciones es el de Georges Louis Lesage, físico suizo nacido en Ginebra, en 1724, de padres franceses.
Médico y filósofo de cierta fama, Lesage –que se había doctorado en París- se dedicó por un tiempo a la enseñanza de las ciencias. En 1774, dando forma a una idea madurada durante catorce años, Lesage construye un verdadero "juguete científico", que no es otra cosa que el primer telégrafo. Aunque primitivo, el telégrafo de Lesage contuvo los elementos básicos del aparato definitivo. En términos simples, puede definirse como un conjunto de veinticuatro hilos, numeración que coincidió con las letras del abecedario, que en la estación transmisora se ponían en contacto, mediante un conductor electromagnético, llevando movimiento a los electrómetros de la llamada estación receptora.
Pero será otro francés, Claude Chappe –nacido en Brulon, departamento de Sarthe, en 1763-, que construirá lo que puede ser considerado el primer telégrafo de señales o primer telégrafo óptico.
Chappe, que abandonó la carrera eclesiástica para dedicarse por completo a la investigación y experimentación física, inventó en 1791 un aparato capaz de transmitir señales hasta doce kilómetros de distancia –tanto de día como de noche-, y que se interpretaba mediante un código preestablecido. Inicialmente, Chappe utilizó una regla de madera que giraba en torno a un eje y que llevaba a su vez numerosas reglillas colgantes, que al moverse originaban las señales. Perfeccionado su creación, Chappe la presentó a la Convención Nacional con pleno éxito, recibiendo, un año más tarde, el encargo de unir por su sistema París y Lille. En 1800, Francia había instalado 29 de estas líneas, uniendo la casi totalidad de sus departamentos, y cinco años más tarde el sistema se utilizaba en toda Europa. Lamentablemente, a estas alturas el inventor descubrió que un siglo antes un inglés de apellido Hooke había exhibido ante la Royal Society un proyecto similar al suyo. Desilusionado, el físico francés se suicidó.
Sin embargo cuatro años después de la invención de Chappe, ya el mundo disponía de otros elementos de avanzada en materia de telecomunicaciones. El 16 de diciembre de 1795, la Academia de Ciencias Naturales y Artes de Barcelona había tomado conocimiento de una "Memoria sobre electricidad aplicada a la telegrafía", de la que era autor el profesor del Instituto Clínico de Barcelona Francisco Salvá y Campillo. La memoria contenía la descripción del primer telégrafo eléctrico. Un año más tarde, la "Gaceta de Madrid" daba cuenta de que el aparato se había ensayado con todo éxito. Desgraciadamente, circunstancias políticas hicieron olvidar por esos días el invento de Salvá. El profesor español había aportado, además, otro importante invento, "el telégrafo de chispas", que, como lo reconoció el propio Guillermo Marconi, fue el elemento verdaderamente precursor de la telegrafía sin hilos, ciencia que finalmente desplazaría los sistemas iniciados por Lesage, Chappe, el propio Salvá, y perfeccionados por Morse.





ONDAS ELECTROMAGNÉTICAS

(Su funcionamiento)





Para llegar al campo de la radiodifusión debe incursionarse, naturalmente, en el de otro elemento básico: el de las ondas electromagnéticas.
La existencia de las ondas electromagnéticas fue demostrada matemáticamente por primera vez, en 1873, por el escocés Clerk Maxwell, quién las definió como análogas a la luz. Pero noventa años más tarde ellas van a ser descubiertas experimentalmente, abriéndose campo a su utilización. Este descubrimiento se debe al físico alemán Enrique Hertz –nacido en 1857- quién durante cuatro años se dedicó a verificar la teoría de Maxwell en el sentido de que ondas más largas que las de la luz podrían producir efectos electromagnéticos. Hertz partía de la suposición básica de que si se producía una descarga eléctrica entre dos terminales altamente potentes, el éter lograría reflejar esos impulsos.
Los cuatro años que demoró la investigación fueron largos y agotadores para el tenaz físico alemán. Finalmente, en 1886, anunciaba que había logrado transmitir señales de un cuarto a otro, en su propio laboratorio de Karlsruhe. Las ondas electromagnéticas, que serían conocidas definitivamente como "ondas hertzianas", piedra angular de la telegrafía sin hilos, había sido descubierta.
De criterio eminentemente científico, Hertz no se detuvo a medir las posibilidades utilitarias de su gran descubrimiento, hecho que sí fue explorado por otros hombres de ciencia posteriores, entre ellos Guillermo Marconi. Por otra parte, los elementos de este invento eran muy simples. Para hacerlo operar bastaba utilizar un emisor apropiado y un receptor con arco de latón. El emisor apropiado para Hertz fue el carrete o bobina de Ruhmkorff, creación del físico alemán Heinrich Ruhmkorff, que permitía, por medio de interrupciones muy rápidas, desarrollar una corriente continua primaria de alta tensión en un hilo secundario muy fino.
En 1890 una nueva hazaña iba a facilitar el camino hacía la telegrafía sin hilos: Edouard Branly, físico francés nacido en 1846, inventaba el "cohesor", pequeño tubo de vidrio lleno de limaduras de plata, que se utilizaría como detector para señales inalámbricas. En honor a la exactitud histórica, este tubo había sido descubierto ya en 1884 por el italiano Temístocles Calzecchi-Onesti, pero la invención se desconocía en Francia.
El último elemento que prepararía la serie que utilizaría finalmente Marconi fue la antena. Su invención corresponde a Alexander Stepanovitch Popoff, catedrático de Física de la Escuela Imperial Rusa de Torpedos, que funcionaba cerca de Kronstadt, próximo a San Petersburgo. Alexander S. Popoff se sintió
atraído hacia nuevas experimentaciones, después de escuchar una conferencia ofrecida por Oliver Joseph Lodge sobre "La obra de Hertz". Después de realizar algunos experimentos con los cohesores Branley construyó, en 1895, un receptor de alambre exterior, que descubrió en una monografía leída ante la Sociedad de Física y Química Rusa, el 7 de mayo del mismo año. El receptor de Popoff tuvo el mérito de poder captar perturbaciones eléctricas, incluidas las de carácter atmosférico.




Sobre este punto, puede agregarse que en Rusia se considera a Popoff como el verdadero inventor de las "radiocomunicaciones" y celebra precisamente el 7 de mayo de cada año "El Día de la Radio".
Y finalmente, la idea de aplicar las ondas hertzianas a la telegrafía sin hilos perteneció al inglés William Crookes, quién adaptó el manipulador y el receptor de Morse. Dos años más tarde, Oliver Lodge enviaba señales a través del Canal de Bristol.


MARCONI EL PRIMERO


Todos los elementos anteriores serían recogidos finalmente por el genio de un solo hombre, considerado el verdadero e inmediato precursor de la radiotelefonía, y honrado como el inventor de la telegrafía sin hilos: Guillemo Marconi.
Marconi coordinó hábilmente el carrete de Ruhmkorff, del excitador de Hertz, la antena del ruso Popoff y el cohesor de Branly. Con estos cuatro elementos básicos puso en acción la transmisión, en mayo de 1896, las primeras señales de un punto a otro. La experiencia se llevó a cabo en el patio de su propia casa, extendiéndose más tarde a un punto "más allá de las colinas" de la campiña que circundaba su hogar: la telegrafía sin hilos había sido inventada.
Poco después Marconi presentaba su invento en Inglaterra y se abocaba a perfeccionarlo con ayuda oficial. En 1907 hacía transmisiones primero a noventa metros, y luego a catorce kilómetros, uniendo con un mensaje Levernock Point y Brean Down.
"The Marconi Wireless Teleghaph Signal Co.". como se llamó en definitiva la empresa para utilizar comercialmente su invento, daría sucesivamente nuevos y sorprendentes golpes. En 1899 un radiograma cruzaba el Canal de la Mancha; en 1900, dos barcos franceses se comunicaban en plena navegación. Finalmente, el 12 de diciembre de 1901 se logra que un mensaje cruzara el Atlántico desde Poldhu, condado de Cornwall, en el sudoeste de Inglaterra, hasta la colina de Signal Hill, en la costa, cerca de Saint John, en Terranova.
Las comunicaciones en ondas de radio se hacían, así, mediante sistema telegráfico, y para la época, tal posibilidad sería superior a cualquier expectativa. Pero había una meta próxima, a la que Marconi no logró llegar: la reproducción o retransmisión de la voz humana y el sonido.

LA MODULACIÓN


El problema que se suscitaría en seguida era, en términos simples, impartir a las ondas de radio las vibraciones que caracterizan los sonidos de cada letra, y el conjunto de ellas, las palabras. La forma y número de las vibraciones era variable, y era necesario descubrir la forma de imprimirlas a la onda de radio. En este punto entraban también a jugar los términos de amplitud y frecuencia.
Las investigaciones en torno a la solución de este punto fueron acuciosas, y conformaron una desesperada carrera contra el tiempo. La palma de oro se la iba a llevar el norteamericano Lee de Forest, al inventar "el audión", que hacía posible la telefonía inalámbrica a largas distancias, y que le valiera el título de creador de la radiodifusión.
Antes de Forest, Thomas Alva Edison –el famoso inventor norteamericano- había observado que cualquier filamento que se calentara en el vacío emitía flujos de electrones susceptibles de ser regulados por algún tipo de rejilla. Esta idea había sido recogida por Ambrose Fleming –físico inglés, nacido en Lancaster en 1849-, que en 1904, basándose en la teoría de Edison, había inventado el detector termoiónico o "díodo" –válvula de filamento y placa- que permitió la transmisión de la voz humana por medio de las ondas hertzianas, pero en forma rudimentaria.
Mientras Fleming laboraba en Inglaterra, en los Estados Unidos otro investigador se aproximaba a una etapa culminante en materia de telegrafía sin hilos. Era Lee de Forest, norteamericano, nacido en Council Bluffs, estado de Iowa, en 1873.
Forest se había doctorado en ciencias en 1899, y había fundado una compañía de telegrafía sin hilos, donde mantenía un laboratorio experimental que dirigía personalmente.
Forest se había fijado en las limitaciones del cohesor de Branly y había construido, por oposición, un detector electrolítico. Más tarde descubrió que una válvula de vacío, con filamento, placa y rejilla, no solo podría utilizarse como detector sino como amplificador y oscilador. Así reunió en una válvula termoiónica los electrones esenciales de detección, amplificación y oscilación, destinados a la emisión y recepción de ondas radiales. El tubo de radio quedaba inventado, y la radiotelefonía entraba, gracias a ello, a la edad adulta.
Los pasos siguientes estarían conformando una carrera acelerada de constante superación, pero sobre el descubrimiento básico de Lee de Forest, que paradojalmente ganó millones con su invento y los perdió también peleando judicialmente por la prerrogativa de su invención.
Entre las nuevas formulaciones se destaca el proceso de "regeneración" o de "superreacción", inventado por el profesor E. H. Armstrong, de la Universidad de Columbia, quién logró reforzar el impulso inicial, devolviendo parte de la corriente producida en el circuito filamento-placa hacia la rejilla. Este sistema se puso en vigencia ya en 1914.
Los técnicos se abocaron después a mejorar las cualidades de recepción, logrando nuevos sistemas, entre ellos el de montaje "heterodino", que dispone de un circuito independiente, productor de corriente alterna de frecuencia ligeramente diferente a la de la corriente oscilante recibida por la antena.
Al sistema de radio conocido como A.M., modulación de amplitud, se agregó más tarde el de F.M., modulación de frecuencia, donde la ampliación de la onda se mantiene constante, mientras se hace variar la frecuencia.
Las radiofrecuencias, por otra parte, se utilizaron con éxito posteriormente en transmisiones por teletipo, y especialmente en la llamada "telefotografía". En este último campo es importante el aporte realizado ya a principios de siglo por el físico alemán Arthur Knorn –nacido en Breslau, en 1870-, quién en 1903, comunicó oficialmente a la Academia de Ciencias de París que había inventado un dispositivo capaz de transmitir fotografías a distancia. El sistema se basaba en las diferencias de resistencia eléctrica de un elemento, el selenio, según la intensidad de la luminosidad a la que se era sometido. Las excitaciones que el selenio recibe son, a su vez, irradiadas por una antena transmisora y captadas en el receptor por otro dispositivo, también sobre la base del selenio, que transforma las ondas en puntos de diversas intensidades, que conforman la fotografía transmitida originalmente. El invento de Knorn fue perfeccionado más tarde por otros investigadores, especialmente por el alemán Hittorf.

ONDA RADIAL SERVIDORA


La humanidad tuvo exacta conciencia de la utilidad de la comunicación radial cuando por primera vez fue posible socorrer, gracias a oportunos llamados radiales, a grandes grupos de personas en peligro, especialmente en accidentes marítimos.
Es así como el 23 de enero de 1900, un llamado por radio al rompehielos "Yermak" permitió salvar a un pequeño grupo de pescadores en las cercanías de la isla Hegland, en el Mar Báltico; el 14 de abril de 1912, el famoso barco "Titanic" se hundía con 1.503 personas. Un oportuno llamado al "Carpathia" permitía salvar a 710 sobrevivientes.
Así como estas primeras intervenciones radiales, como olvidar las más representativas, como: "Un pequeño paso del hombre, un gran paso para la humanidad", palabras de Neil Armstrong el año 1969, al posarse por primera vez el hombre sobre la Luna.


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